miércoles, 26 de noviembre de 2014

Muerto por Miedo

                                            Muerto por miedo

Hace un frio terrible, son las tres de la madrugada voy cabalgando en dirección al pueblo de Rondos ubicado a unos 15 Kilómetros de distancia y a una altitud de 3700 metros. Tenia que llegar antes de las ocho de la mañana a mi destino, el caballo va caminando al paso, despacio, es una noche muy fría y nublada, llevo el cuello del capotín levantado hasta las orejas, la gorra la tengo encasquetada hasta las cejas para protegerme del frio del helado camino. En estas montañas enclavadas en plena vertiente occidental de la Cordillera de los Andes la temperatura suele bajar a menos de cinco grados a estas horas de la madrugada. Son montañas muy hermosas, con cumbres nevadas perpetúas y zonas de gran riqueza arqueológica, nacen ríos como el Lauricocha, que luego mas adelante se une al Rio Marañón, afluente a su vez del gran Rio Amazonas, repasaba en mi memoria todo esto, tratando de controlar mi miedo haciendo uso del habitual método de entretener a la mente, esta zona tiene mala fama, hay abigeos dedicados al robo de ganado, podían atentar contra mi, normalmente esta travesía se haría entre dos, pero por falta de personal lo hacia esta vez yo solo, el caballo seguía caminando despacio al paso, dejaba ya un pequeño llano y delante aparecía un bosque con arboles de la zona, la noche seguía estando muy oscura, el caballo nervioso pifiaba, negándose a avanzar, lo controle con las riendas, le clave las espuelas y lo obligue a continuar el caminó, ese hecho me inquieto aún mas, los animales suelen ser muy sensibles por su sentido auditivo o vista mas desarrollados, que los hacen detectar antes que los humanos el peligro. El caballo se adentro en el bosque y mi visión periférica quedó obstruida por los arboles, sentía esa extraña sensación de sentirme observado. De pronto el caballo se paro negándose a continuar la marcha. Se encabrito y se puso inquieto, yo trataba de calmarlo hablándole suavemente , las nubes se abrieron por acción del viento dejando que su luz alumbrara un poco el bosque, fue en ese momento que me percate que estaba siendo observado desde los arboles que estaban a unos metros por delante, observe unos ojos enormes que trataban de ocultarse en el espeso follaje , inmediatamente y por acto reflejo de defensa eche mano al revolver reglamentario un Colt del calibre 38, todos mis sentidos se centraron en el peligro que representaban aquellos ojos que se reflejaban por la luz de la luna, dominaba al caballo con las riendas que llevaba sujetas con la mano izquierda, mientras que con la derecha empuñaba el arma con mano firme, me sabia buen tirador. Presumí que tenia que haber mas de un delincuente esa gente suele atacar como los lobos siempre en manada, inmediatamente grité: “ alto quien vive” que es el aviso para que las personas se identifiquen, no hubo respuesta alguna. Los ojos que estaban delante mio trataban de escabullirse y esconderse, deje de verlos por un momento, percibía murmullos de gente hablando dentro del bosque y escuchaba sus pisadas, Me arrepentí de haber realizado este viaje solo sin el apoyo de un compañero, de pronto unos metros mas hacia la derecha volví a ver a los ojos, la noche oscura no me permitía identificar a la persona que me miraba, el miedo en estas circunstancias es muy mal consejero, solo en medio de ese bosque me imaginaba atacado por una banda de delincuentes. Saque el revolver e hice un disparo al aire como señal de aviso unos metros mas arriba de donde suponía que estaban escondidos, sentí que escapaban. Me adentre mas en el bosque por que era la única manera que tenia para cruzar ese paraje, cuando faltaban unos 50 metros para terminar de cruzar nuevamente volví a ver los ojos aquellos esta vez levante el arma, apunte y dispare, sentí el cuerpo caer al suelo me acerque con mucha precaución y lo que vi me dejo triste y desolado, sobre el suelo helado yacía sin vida un ternero que tenia clavado entre los dos ojos la certera bala que había terminado con su vida. Esa noche ya no se podía hacer nada mas en ese frio páramo, me toco volver a desandar otra vez hacia el pueblo de Baños mi punto de partida. Al día siguiente mis compañeros al enterarse de lo que había ocurrido me acompañaron al lugar del incidente con el fin de averiguar por las estancias cercanas quien era el dueño de aquel ternero que se había escapado de su corral, en esos lugares tan despoblados no nos fue difícil encontrar al dueño a quien resarcimos con el valor del ternero. Cuando volvíamos a nuestro puesto un compañero soltó la frase del día “El miedo, es peor que una borrachera” y es cierto el miedo altera tus sentidos, ves y oyes cosas que no existen sino en tu pensamiento y te hacen actuar de una manera totalmente incoherente.

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