CEPO EL ELEFANTE
“Hoy
es el primer día del resto de mi vida”, fue lo primero que pensé cuando me
trajeron a este esplendido lugar. Había estado antes en sitios muy bonitos,
pero que yo recuerde, y tengo muy buena
memoria, este era el más hermoso de todos.
Mi
nuevo hogar estaba ubicado frente a un hermoso prado, hasta donde alcanzaba mi
vista todo era verde, lleno de árboles y flores. Amanecía y escuchaba el piar
de los pájaros, los rayos de sol se filtraban entre las ramas de los árboles,
todo se llenaba de luz y color, las mariposas y abejas empezaban su diario
trajinar de una a otra flor, las hormigas siempre hacendosas en filas
interminables llevando comida o reconociendo el terreno, en las calurosas
tardes del verano las chicharras nos ofrecían un concierto sin fin de su
chirriante canto, durante el día todo era un inmenso abanico de colores y
sonidos, conforme pasaban las horas no había nada estático toda la vida de la
tierra bullía a mi alrededor, en las noches de luna llena el espectáculo que se
abría ante mis ojos era grandioso, millones de estrellas alumbraban el cielo
llenando mi alma de una inmensa sensación de paz y tranquilidad, vamos un
paraíso, para alguien como yo que durante toda mi vida había estado en el
circo, siempre viajando de un lugar a otro
en camiones, trenes, barcos y siempre trabajando, esto era el sueño
dorado, y ahora empezaba otra etapa de
mi vida.
Pero,
mejor empezare mi historia desde el
comienzo de mis días.
Nací
en un lugar, muy, muy lejano más allá del océano, al otro lado del mundo, en
otro continente, somos siete hermanos, tres elefantes machos y cuatro hembras.
Nuestra manada estaba gobernada por nuestra madre, se llamaba Tamar, Como toda
buena elefanta líder de la manada, siempre nos cuidó. Con una tierna mirada, una
palabra alentadora, o un pequeño toque nos indicaba el camino más seguro. Ella
nos educó y nos enseñó con el ejemplo
que trabajar es gratificante y agradable, a ser buenos elefantes y que cada día
es una nueva oportunidad para empezar de nuevo. Nos enseñó también que los
hermanos estamos para ayudarnos y protegernos que aunque pensemos diferente,
tenemos que apoyarnos entre nosotros, de no ser así en esta selva que es la
vida misma, mal lo llevaríamos. Existe mucho cazador furtivo, que siempre está
al acecho de elefantes solitarios para darles caza y quitarles los colmillos y
los sueños.
Con
el tiempo crecimos y cada uno de nosotros hizo su propia vida y su propio
camino, yo forme mi propia manada, que está compuesta de cuatro elefantes hijos
míos, una elefanta hembra de nombre Larpi y tres elefantes machos de nombres
Kaesar, Nando y Vidad y cuatro nietos elefantitos, pequeñines, preciosos, de
nombres: Brielga, Nesi, Razai y Jor-el
Ahora
les contare algo de mi propia manada de la cual estoy muy orgulloso, les diré
que los quiero y los admiro, cada uno tiene una personalidad diferente.
Kaesar
el mayor hace magia con papel, la gente se arremolina a su alrededor cuando
crea animales o figuras, practicando un antiguo arte chino llamado Origami o
papiroflexia, pero la gente no comprende, no entiende el idioma que le
habla a esas hermosas figuras que da
vida con sus hábiles manos, a mí lo que me deleita y me causa asombro, era
cuando construía un avión de papel, se
lo acercaba a la boca y le susurraba unas palabras mágicas, hecho esto tiraba
al aire el avión y como por arte de magia gracias a las palabras que le había
susurrado el avión volvía a sus manos, nunca me conto que le susurraba, pero a
mí me tenía asombrado, él es “El Elefante que le susurraba a los aviones de
Papel” magia, ilusión, técnica, no lo sé, siempre sucedía lo mismo, el avión
volvía a sus manos y las ranas de papel daban saltos de asombro y alegría, y
las aves de papel volaban solas, dando vueltas y más vueltas.
Luego
viene Larpi, mi única hija elefante, sensata y prudente siempre haciendo
cosas coherentes como la vida misma,
ella es una consumada artista diseña y crea espectaculares fantasías, yo
recuerdo un regalo que me hizo cuando cumplí sesenta años, nunca lo olvidare
porque aparte de alegrarme el día con la llegada sorpresa acompañada de su
compañero elefante e hijos, me trajo de regalo una inmensa tarta que simulaba ser una piscina de chocolate y
dentro de ella bañándose unos elefantes de mazapán, en diferentes actitudes,
unos nadando, otros sumergiéndose, todo un mundo de fantasía y color, no
olvidare nunca ese regalo por lo especial y hermoso.
El
tercero de mis elefantes es Nando, él es un sensible y consumado artista que
con palabras e imágenes crea ilusión,
magia, fantasía, es un poeta de las imágenes y las letras, que en este mundo actual tan lleno de intereses
mezquinos, sus creativas imágenes y bellos relatos hacen que valga la pena
parar un momento en nuestra ajetreada vida y pensar que no vale la pena andar
tan de prisa, que la vida tenemos que disfrutarla sorbo a sorbo y no beberla
sin saber que estamos tomando.
Por
último y no por eso menos importante esta Vidad el ultimo de mis elefantes,
lleno de energía, de ganas de vivir, con mucha ilusión por el futuro que le
espera, ha empezado a caminar por esta selva que es la vida, él también hace
magia, basada en cosas técnicas nuevas que mi escaso conocimiento en esas
materias, hace que muchas veces no los comprenda y él tiene que explicarme el
proceso, se prepara para su futura vida, tiene ese empuje y fuerza que solo la
tiene, la juventud, estoy seguro que triunfara.
Mis
nietos tienen sus propios amigos, Brielga tiene al castor Morocotopo, vamos
todo un personaje listo y muy inteligente, le gusta ir siempre muy bien
vestido, tanto es así que tiene chalecos para invierno y para el verano.
Luego
mi nieta Nesi tiene por compañera de juegos a la gatita Kitty, cubierta de un
hermoso pelaje blanco con un vestido de color rosa, lleva sentada en su regazo
una gatita pequeña con un lazo color rojo, es alegre y muy feliz, si le
preguntas a ella que quiere ser de mayor te dará la más sabia de las respuestas
que escuche en mi vida, te dirá “yo de mayor solo quiero ser feliz” tiene un
corazón de oro. También acompañan a estas mascotas una ratita blanca de mirada
dulce y serena de nombre Soledad.
La
mascota de mi nieta Razai es una gatita preciosa de nombre Khalessi, con una personalidad muy
propia, mirada inteligente y bondadosa. Es tierna y curiosa se puede pasar
horas observado lo que haces. Es una buena mascota educada y tranquila.
Jor-el,
el menor de mis nietos tiene al más inquieto y juguetón de todas las mascotas
es una perrita pequeña de nombre Kanela, siempre quiere ser el centro de
atención, corre y salta, juega con Khalessi que la mira distraídamente hasta
que se aburre da media vuelta y se retira a su lugar de descanso.
Estos
son mis cuatro nietos y sus mascotas su alter ego.
Estoy
orgulloso de mi manada, sé que siempre estarán dispuestos a cuidarse entre
ellos, y cuando yo no esté en este mundo, cuando vean a un elefante, recordaran
a su abuelo el elefante Cepo, que decía
que las muchas arrugas que tenía, cada una significaba una experiencia de vida.
A
mí desde muy joven me entrenaron para ser un elefante equilibrista, me
enseñaron diferentes trucos o ejercicios, desde hacer equilibrio en un solo
pie, a caminar solo con las patas traseras. No veas el equilibrio que tenía que
hacer para no caerme con el peso y volumen que tengo, luego hacia acrobacias
encima de un tonel de madera y otros trucos,
pero yo tenía el sueño de ser músico. Cuando empecé a vivir en un circo
era muy joven y escuchaba tocar a la orquesta, quería ser como ellos, tenía la
ilusión de hacer el desfile inicial al lado de ellos y que la gente me
aplaudiera, que los niños vieran que los elefantes también podemos ser músicos,
pero yo tenía las manos muy torpes y grandes y el instrumento que quería tocar
era la guitarra, no pudo ser, no participe nunca en la banda del circo, con el
correr de los años aprendí a tocar la guitarra, tenía unas patas muy torpes,
pero la naturaleza me doto de una trompa muy sensible y con ella en base a
practicar y practicar todos los días aprendí a tocar la guitarra.
Al
final en los días descanso tocaba, para deleite de los amigos animales que tenía.
Nos sentábamos alrededor de una buena hoguera y cantábamos hasta muy tarde, en
el circo tenía muchos amigos. Entre ellos destacaba uno al cual siempre aprecie
y quise por su sabiduría y buenos consejos, ahora está conmigo en este lugar,
se llama Torvic, es un búho sabio, siempre tiene la palabra adecuada para cada
ocasión, si ese día estas con el ánimo bajo, seguro que él te contara alguna
anécdota o te dirá algunas palabras que harán que tu animo mejore y si estas en
problemas seguro que él te ayuda sin que se lo pidas. También tenía otros
muchos amigos en el circo, que siguen trabajando, estaba mi amigo Lambert, el león, que siempre añoraba su
libertad en las llanuras de su país natal, soñaba con caminar por sus verdes
praderas, escuchar el canto de los pájaros y andar libre, también estaba mi
amiga Raysa, la jirafa que con su andar pausado nos indicaba calma, que tenemos
que tener paciencia, que las cosas se consiguen con voluntad y firmeza, nos
servía de vigilante con su largo cuello. Estaba también el oso Bernardo, era el
ciclista del grupo, su acto consistía en montar en una bicicleta y dar vueltas
alrededor de la pista central, siempre con su mal carácter, tenía los dientes
en mal estado y ese dolor continuo le hacía comer mal, luego la tripa le dolía.
Contaba el, que de pequeño no se solía lavar los dientes antes de dormir, como
le indicaba su madre. Y con el correr del tiempo los dientes se le estropearon,
por eso andaba siempre enfurruñado y de mal humor. Estaba Paca la cebra, con su
pijama a rayas. Sus primos, los caballos siempre en manada, todos juntos
corriendo de un lado a otro, haciendo estruendo con sus paseos. Los más hábiles
y espectaculares por los malabares que hacían eran los monos, algunos hacían
equilibrio, otros eran malabaristas, otros tocaban instrumentos. Recuerdo al
chimpancé Ángel, que disfrazado con una capa hacia un número espectacular, que
culminaba con un doble salto mortal de un trapecio al otro. Que buena vida
aquella, trabajamos en algo que nos gustaba y disfrutábamos. Recordaba las
palabras sabias de nuestra madre Tamar:
“Si aprendes y trabajas en algo que te gusta,
luego disfrutas de ello toda tu vida” y así era. Yo cada día que salía a
trabajar a la pista del circo lo hacía contento y disfrutaba de mi diario
trabajo.
Teníamos
suerte porque nos trataban bien, mi entrenadora y domadora me cuido muy bien y
me retiro del trabajo en el circo cuando ya estaba muy viejo y no podía hacer
mis acrobacias acostumbradas con la agilidad de antes, cosa que le agradezco,
porque ahora, como dije al comienzo, empiezo una nueva vida en este lugar.
Viaje
mucho, el circo nunca para de viajar, conocí otros países, otras lenguas, otra
gente otras culturas, muchas veces no entendía las palabras de la gente, pero
entendía sus gestos. Me di cuenta que aunque el color de la piel sea diferente,
aunque sus costumbres y sus dioses sean distintos, en el fondo todos los seres
humanos son iguales, la ilusión, la sorpresa, la magia que yo veía en la mirada
de los niños, eran iguales, sea el color que sea de la piel, sea el idioma que
sea, en una gran cuidad o en un pequeño pueblo al otro lado del mundo, la
felicidad y asombro que se veía en la mirada de esos niños era igual en todos.
Con la gente mayor sucedía lo mismo, ellos ya no tenían esa mirada de ilusión,
de magia, de fantasía de los niños, pero se alegraban cuando sus hijos, reían a
carcajadas con alguna acrobacia de un payaso, o miraban sorprendidos a los
domadores controlar a los leones en sus jaulas.
Siempre
fui un elefante curioso, me fijaba en todo, en el color de su piel, sus
idiomas, sus costumbres, sus casas, su música, sus dioses, eran todos muy
diferentes, pero siempre la sonrisa de los niños, el asombro ante la magia del
circo, siempre era la misma. Entendí que los seres humanos aunque el color de
su piel sea diferente, sus idiomas sean diferentes o sus dioses distintos, en
el fondo son todos iguales, hay gente buena y gente mala en todos los lugares,
la diferencia está en sus sentimientos y no en su cultura, ni en el color de su
piel, ni en sus dioses, ni en su estatus económico.
Que
cuente alguna anécdota, pues si tengo muchas, algunas sucedieron, otras las
alimento mi imaginación, seguro que de un pequeño suceso que para otros fue un
hecho insignificante para mí con la imaginación de elefante que tengo, sacaba
todo un cuento que en las noches del circo deleitaban a mis compañeros, quizás
una de las que más me marco fue la que relato a continuación:
Recuerdo
una vez que llegamos a una cuidad en España, la cuidad se llamaba Alicante, habíamos
instalado la carpa del circo y salíamos por la cuidad a invitar a la gente para
que nos fueran a ver, delante como siempre desfilaba la banda de músicos con
sus multicolores trajes, tocando una alegre melodía, luego los payasos con sus
enormes zapatos, sus ropas multicolores y sus rojas narices, seguían los
malabaristas tirando al aire sus clavas y pasándolas entre ellos, al girar una
esquina de pronto oímos un grito de asombro de un niño, que nos llamó la
atención a todos , “Un enaaanoooo” miiiiraaaa Pili “Es un Enaaanoooo” el niño
asombrado con los ojos muy abiertos y dando saltos de asombro señalaba al enano
que seguía a los malabaristas, de pronto se percató que detrás de los
malabaristas seguía un grupo de veinte enanos , el niño al darse cuenta que
había más enanos se puso a gritar y a saltar “Todos son enaaanoooos Piliiii “
“Tooodoooos son enaaaanoooos” al niño se le salían los ojos del asombro, nunca
había visto un enano, los únicos que conocía eran los de las ilustraciones de
los cuentos que le leían, saltaba y gritaba, había descubierto, algo
fantástico, se acababa de revelar ante sus ojos que los sueños más
inimaginables, se convierten en
realidad, acababa de descubrir que las fantasías, si las deseas con muchas
ganas se convierten en realidad, él se había imaginado como serían los enanos
de los cuentos que le leían, pero verlos caminando a pocos metros había
sobrepasado toda imaginación, han pasado más de veinte años y yo aún lo
recuerdo y lo suelo contar cuando me reúno con mis amigos, estoy seguro que ese
niño será hoy un hombre y recordara la primera vez que vio a un enano.
Con
el correr de los años mi cuerpo envejeció, mi vista ya no es la misma de antes,
mis cansadas patas no tienen la agilidad de mi juventud, los huesos de mi
enorme cuerpo me duelen, pero yo siento que mi alma, mi espíritu es más ligero
y libre. Mis pensamientos son más jóvenes cada día, creo que la verdadera edad
no es la cronológica, la verdadera edad se mide por la cantidad de ilusiones
que se tiene, alguna vez leí que “Los años arrugan la piel, pero renunciar al
entusiasmo a la ilusión, arrugan el
alma”, y yo soy de esos que tengo ilusión por hacer cosas, por aprender, por
viajar , pero no trabajando con el circo, viajar para disfrutar, tengo tantas
cosas que aprender, que eso hace que mi alma de elefante no tenga ni una sola
arruga de vejez.
La
vida nos enseña cada día, aprendí que “Las cosas más bellas del mundo, no se
ven ni se tocan, solo se sienten con el corazón” aprendí que la vida se acaba cuando dejamos
de soñar, de tener ilusión, aprendí que lo que realmente tiene valor en este
mundo no cuesta nada de dinero, que llegaste desnudo y te iras desnudo tal como
llegaste.
A
mis cuatro hijos elefantes los quiero, los admiro y respeto por su mesurada y
sensata vida, son buenos hijos y serán buenos padres, pienso muchas veces que
mi paso por esta vida no fue estéril ni vacía, nunca me atrajo la fama, ni la
fortuna, ni el dinero, solo quería tener para vivir decorosamente, que me
equivoque a lo largo de mi vida, seguro, muchas veces, por juventud, por
estupidez o por ignorancia, ya mayor un amigo me enseño una frase que se me
grabo en mi memoria de elefante y ahora la escribo para el que quiera
recordarla dice así: “Solamente no se equivocan Dios y los imbéciles” y yo no
soy el Dios elefante indio Ganesha, y tampoco soy un elefante imbécil, soy
un elefante normal quizás con muchos
defectos y pocas virtudes que se equivocó muchas veces, pero hasta de esas
equivocaciones trate de sacar conclusiones positivas y de no repetir mis
errores.
Hoy
pasados los años la vida me deja ese sabor de boca agradable de poder mirar a
mi alrededor y constatar que me quieren los elefantes que yo quiero y que mi
recuerdo perdurara después que inicie mi viaje a otros pastos, sé que realmente
moriré cuando deje de estar en la memoria de los que me aman y es lo único que
de verdad importa.
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